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Indignante

20 May

Y no, no es nada relacionado con el aniversario del 15M ni el movimiento «indignado» que se generó a su alrededor.

Después de más de media vida entrenando equipos, de haber trabajado con críos desde bien pequeñitos hasta que algunos de ellos se marchaban a un club más competitivo, de haber compartido confidencias de adolescentes y haber acudido a la boda de alguno de ellos, así es como me siento ahora…. INDIGNADO.

En el deporte de base hay una máxima, la diversión te lleva  a lo más alto. Disfrutar de un deporte es el primer paso para poder llegar a hacer algo en él, nunca es al contrario… jamás. Desde mi primer entrenador de balonmano hasta el último NBA al que asistí en algún campus lejano. He tenido la suerte de tratar con gente que tenía clarísimo como trabajar la cantera, como mantener la ilusión de un niño hasta que se convierte en una leyenda. Uno de mis entrenadores fue Isma Cantó y de siempre decía que los equipos de base no los tienen que entrenar jóvenes con poca experiencia, hay que mimarlos con entrenadores que sepan aportar a los niños lo que realmente necesitan.

Un entrenador inexperto puede perder el norte y pretender ganar en vez de formar y eso a corto plazo puede ilusionar a unos pocos pero desmotivará al bloque. Un entrenador sin la cabeza bien amueblada puede olvidarse de formar un grupo y premiar las individualidades. La experiencia en el manejo de un colectivo es fundamental siempre pero cuanto más sensibles son las personas con las que se trabaja, más aún.

Y dicho todo esto… Indignante es jugar con la ilusión de un niño de seis años. Mucho más indignante es quitársela en pocos meses. Indignante es ver que cualquiera puede ponerse a dar gritos desde un banquillo y dar el peor ejemplo posible. Indignante es que un deporte de equipo se convierta en un duelo de egos en el que si no participas quedas totalmente excluido.

Después de seguir durante esta temporada los entrenamientos y partidos de mi hijo (el cual ha decidido libremente jugar a fútbol en vez de basket) he ido comprobando que en ocasiones las personas no sólo son sordas si no que además pueden llegar a ser idiotas. No creo que esté en posesión de la verdad ni de la sabiduría absoluta pero sí que tengo suficientes conocimientos para valorar ese tipo de trabajo y ver que el resultado final sólo podía ser malo o pésimo.

De momento, mi hijo que destilaba ilusión y ganas en septiembre dejó de tener ilusión en febrero y las ganas se le fueron la semana pasada.

Indignante.